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Imágenes Individuales

En N.H.: Taxonomías mi deseo era contener al máximo la puesta en escena (la actitud de pose de los/las modelos) evitando –en la medida de lo posible- todo exceso escénico. Aquellos desnudos eran rigurosamente francos, directos, contemplativos, reducidos todos por igual a lo mínimo (evitando así jerarquizaciones de valor) y carentes –también en la medida de lo posible- de toda connotación estilizadora (lo que conduciría a su valoración o bien mitificadora o bien peyorativa).

También desprotegí a los cuerpos de su entorno propio, de su contexto, incluso de su biografía, con la idea de que mi cámara no fuera finalmente un elemento de análisis sino de síntesis. En ese sentido no fue casual que el cuerpo fuera fragmentado en trozos y que se le separara del rostro, reducto fundamental de la biografía y la identidad personal (incluso las imágenes de los rostros eran tratadas con el mismo talante neutralizador y objetual que los restantes fragmentos corporales). Por tanto, el hecho de que no aparecieran los rostros en la mayoría de estas imágenes o que los registros faciales fueran tan gélidos como los de las restantes “piezas” corporales (las cabezas eran presentadas de una forma tan objetual y desmitificadora como los genitales, los glúteos, los torsos, etc) las dotaba de un indudable y deliberado componente conceptual y abstracto -es decir, les restaba una gran posibilidad de "ficción" a la hora de observarlas, les eliminaba la posibilidad de incorporarles "biografía"-.

Y es que en Taxonomías yo deseaba hacer hincapié en una "objetualización" democratizadora del cuerpo masculino y femenino que subvirtiera las, por desgracia, habituales objetualizaciones que en la sociedad de los 90 se les hacían (especialmente al de la mujer). Así nadie podría hacer una lectura de aquellos desnudos como objetos de simple delectación visual (ni siquiera, en el caso del cuerpo femenino, como objeto de la tan frecuente delectación visual masculina, tan connotada –como sabemos- sexual e ideológicamente). En ese sentido y atendiendo de nuevo al caso femenino, no glorifiqué la cuestión de la maternidad: en la lectura de la obra se puede observar cómo no había el más mínimo matiz de mitificación y heroización del cuerpo de la mujer embarazada -el tratamiento que se le dio fue exactamente igual de sobrio, austero y políticamente correcto que el de la mujer no gestante- subrayando así que la opción de la maternidad es simplemente eso, una opción que debe ser tan libre y legítima, tan positiva, como la de su voluntaria negación/rechazo.